miércoles, 23 de marzo de 2011

A los que les arrebataron la vida



“La cárcel es como la muerte y por eso la maldigo” decía la canción de Rodrigo, llamada –irónicamente- La Libertad. Y es que ¿cómo más denominar a tal atrocidad, que no es mas que el aislamiento de la humanidad misma?
He pisado muchas veces los suelos de la cárcel; no porque sea sometido a ella, sino porque conozco gente que ha caído en el infortunio de un destino manipulado por un estado burgués y atropellador. Al ver el interior de esas jaulas, se puede ver el destrozado interior de las gentes que allí habitan; y es que lo atroz del asunto no es el hecho de vivir las condiciones humillantes de las celdas y la continua aceptación de prepotencia de los señores agentes de policía –que parecieran creerse mejores personas-, sino la retención que se le hace a la misma humanidad al privar de la libertad a un individuo.
El ser humano, por x o y motivo, sean estos buenos o malos (eso lo determina quién sabe quien; tal vez nadie) está en la tierra para cumplir un papel cualquiera, por lo menos es lo que creo y de lo que estoy convencido; el hecho de “encanar” a alguien aumenta la posibilidad de que el mundo se detenga en la historia, de que el individuo se aísle y con el su pensamiento y sus ideas… esto, en pocas palabras, es volver al oscurantismo… a la “Santa” Inquisición que le dio poder a “nuestra sagrada iglesia”.
Suprimir o ignorar el pensamiento de un hombre es el equivalente a nunca saber que pudo haber salido de esa mente, que pudiera ser tal vez una mente brillante, y esto como consecuencia traería el problema de negarnos esa sabiduría. ¿Qué sería del mundo actual si en la cárcel hubiesen estado grandes personajes como Beethoven, Albert Einstein o un Isaac Newton? Quizá en estos momentos yo no podría estar digitando este texto ni estar viendo ayudado por la luz artificial y mucha gente no podría tener como inspiración una Novena Sinfonía.
Cuando se creó el Estado, se olvidó por completo que las personas son precisamente eso: PERSONAS, y con esto se ignoró de paso que dichas personas tenemos dignidad, humanidad… humanidad…. Humanidad… ¿Qué más se pudiera agregar? Creo fielmente en lo innecesario del intento.
El Estado, aquel Estado que por razones desconocidas se ha olvidado de aquello (léase con completa ironía) se aseguró de imponer morales convenientes, de crear cuerpos de policía y pretender medir a los demás por encima de sus convicciones. La moral no es más que un fantasma, una hipótesis elaborada desde el argumento individual, desde mi percepción del universo, y por tan gran motivo, nadie tiene el derecho de juzgar un acto por el simple hecho de no ser similar al qué él/ella hubieran precisado.
La cárcel, es entonces, un sistema retrógrada, en el que, quien lo trajo a nuestras primitivas Américas ignoró que nunca estuvimos a la altura de una Europa moderna.
Este sistema –que además crea más sicarios, ladrones y delincuentes de los que hay- se equivocó desde el punto en que tuvo como cazador a un policía que nunca supo y nunca sabrá el significado de su función: PROTEGER, proteger y no agredir, cuidarnos no golpearnos… ¿Qué más se puede esperar de tan superiores sujetos? Por eso, al concluir con esta idea cito a un anónimo autor, que tal vez con el mismo odio que yo escribió:
“Si me preguntan qué es la cárcel, os respondería sin dudar que es el basurero de un proyecto socio – económico determinado, al cual arrojan a todas aquellas personas que molestan dentro de la sociedad: por eso la cárcel alberga principalmente pobres”.

Por: Luis (pacho) Tobón.

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